Comas es uno de los distritos que nacieron y crecieron junto al cielo, y tal
vez por eso aquí siempre hay motivos para no perder la fe.
Por ejemplo:
es casi un milagro que Guillermina Dávalos haya acomodado a 15 artistas
colombianos en el segundo piso de su casa, dándoles así hospedaje gratuito por
10 días. O que Celia Solís, coordinadora del Comedor Popular San Martín, haya
multiplicado papas, carapulcra y pollo para el almuerzo de más de cien personas
sin gastar un sol. Y así.
Estos y otros
milagros comunitarios tienen como origen el Festival Internacional de Teatro de
Calles Abiertas (Fiteca), la fiesta de arte que desde hace 12 años toma los
alrededores del parque Cupa, ubicado en la mitad del cerro La Balanza, a la
altura del kilómetro 11 de la Av. Túpac Amaru, en Comas.
La tradición
manda que el Fiteca empiece el 1 de mayo y dure unos nueve días. En este
tiempo, el parque Cupa y sus alrededores se convierten en un gran teatro para
el mundo. Y entre bambalinas, los vecinos trabajan reafirmando su apuesta por
el arte como impulso para mejorar su vida.
TODOS
PARA TODOS
Doña Celia recordará siempre la primera vez que el comedor popular asumió la
misión de preparar el menú de la semana Fiteca. “Yo no quería. ¿Cocinar a
diario para 100 personas? ¡Qué flojera!”, dice. Y se ríe y se pone roja y
esconde la cara tras las manos.
“Eso pasó hace
12 años, ahora no me imagino mayo sin el Fiteca, y para eso hay que colaborar
con los chicos, aunque ahora ya no son 100, son muchos más”. Otra vez ríe, pero
ya no se esconde.
Es 1 de mayo y
en Comas el verano no se va. A pesar del calor, el sol del mediodía hace
brillar la pintura celeste y negra en el mural que unos chicos hacen en una
calle aledaña al parque. Al lado del mural está la oficina del grupo de teatro
La Gran Marcha de los Muñecones (LGMM), y en ella hay decenas de personas
pesando papas, tomates, cebollas, choclos…
Patricia
Beltrán, una de las organizadoras del Fiteca desde sus inicios y parte de LGMM,
salta de entre los sacos para atender a quienes llegan.
“Teníamos un
convenio con el mercado de productores y nos fallaron. Felizmente, el Mercado
de Santa Anita, que maneja la Municipalidad de Lima, accedió a ayudarnos a
última hora. Han donado kilos de productos para preparar la comida de los
invitados. Sino, estábamos fritos”, dice.
Ella está
cansada, se le nota, pero no deja de ir de un lado a otro. “Hoy llegan artistas
de todos lados y hay que ayudarlos a organizarse”, explica y luego mira el muro
que a su lado va cobrando vida con paciencia.
En él una
serie de personajes extraños delineados en negro van tomando forma. “Mira a la
señora de enfrente, ella está mirando cómo pintan su casa: es parte de su
aporte”, dice Patty mientras la saluda con la mano y sonríe.
Otra señora
también saluda, sonríe y camina de largo, mirando el muro de su pared que
empieza a vivir bajo la paleta de colores.
La mayor parte
del vecindario ha aprendido a mimetizarse con el Fiteca y algunos ya no saben
vivir sin él. Doña Guillermina, por ejemplo, dice que su casa de tres pisos le
queda grande, y que a su esposo y a su hijo no le molesta que haya adoptado a
15 colombianos por 10 días.
Guillermina es
pequeña y tímida, y habla con el afecto de la madre que quiere engreír al hijo
pródigo. “Todos los años recibimos a los chicos del Fiteca, pero creo que este
año nos está quedando chico el espacio”, dice preocupada.
Eliana Varela,
una jovencita bogotana que forma parte del grupo teatral Ni Uno Menos, se
apresura a responder “no, señora, cómo va a decir eso”, que ellos se sienten en
casa.
CRECER CON EL ARTE
Este año el festival de teatro de calles abiertas va hasta el 9 de mayo y
participan al menos 40 grupos entre nacionales y extranjeros. El espectáculo
comienza siempre a las cuatro de la tarde, pero por las mañanas varios de los
artistas ofrecen todos los días su arte de forma gratuita.
Así, talleres
de danza, música, percusión, malabares, pintura o foto se imparten para la
gente del barrio y también para los hijos pródigos que aprenden a ir y venir al
parque Cupa, donde cientos de personas pueden encontrar la esperanza de la
redención en el arte sin salir de aquí, de las entrañas del cerro, de la orilla
del cielo.
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