Cuando la comerciante Rosa María Espinola recibió las llaves
de su casa a inicios del 2013, sintió realizado uno de sus más grandes sueños.
Era el momento de olvidarse de alquileres y empezar una nueva vida junto a su
esposo y su entonces único hijo de seis años. Hoy, su segundo hijo
de solo tres meses le da fuerzas para seguir adelante desde que el sueño derivó
en pesadilla.
En el recién inaugurado condominio Villa Club, en
Carabayllo, un buen día dejó de caer agua de los caños. Rosa María Espinola fue
una de las primeras vecinas en llamar a Sedapal por una explicación. “La red de
agua potable todavía no llega a ese sector”, fue la respuesta que le dieron.
El ingeniero César Bringas, dueño de un chalet de tres pisos
con vista privilegiada de todo el proyecto inmobiliario, había notado desde que
se mudó que varios camiones cisterna circulaban diariamente por la zona. Por
esos días, creía que abastecían al pueblo joven San Benito, colindante al
condominio. Pero no era asi.
“El agua de los cisternas era descargada en unos tanques y
luego bombeada a nuestras casas. Entiendo que hay personas en otros lugares que
consumen esa agua por necesidad, pero se suponía que esta era una zona
residencial. No es posible que nuestro suministro de agua sea el de una
invasión”, declara indignado.
Y es que tanto a Bringas como a Espinola, y a otros dos mil
propietarios de las etapas II, III, IV y V del Proyecto Inmobiliario Villa
Club, nunca les avisaron que esas modernas y elegantes construcciones, ubicadas
a una hora de Lima, no contarían con los servicios básicos de todo inmueble.
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