martes, 7 de mayo de 2013

El Fiteca: nueve días de teatro junto al cielo de Comas




Comas es uno de los distritos que nacieron y crecieron junto al cielo, y tal vez por eso aquí siempre hay motivos para no perder la fe.

Por ejemplo: es casi un milagro que Guillermina Dávalos haya acomodado a 15 artistas colombianos en el segundo piso de su casa, dándoles así hospedaje gratuito por 10 días. O que Celia Solís, coordinadora del Comedor Popular San Martín, haya multiplicado papas, carapulcra y pollo para el almuerzo de más de cien personas sin gastar un sol. Y así.

Estos y otros milagros comunitarios tienen como origen el Festival Internacional de Teatro de Calles Abiertas (Fiteca), la fiesta de arte que desde hace 12 años toma los alrededores del parque Cupa, ubicado en la mitad del cerro La Balanza, a la altura del kilómetro 11 de la Av. Túpac Amaru, en Comas.

La tradición manda que el Fiteca empiece el 1 de mayo y dure unos nueve días. En este tiempo, el parque Cupa y sus alrededores se convierten en un gran teatro para el mundo. Y entre bambalinas, los vecinos trabajan reafirmando su apuesta por el arte como impulso para mejorar su vida.

TODOS PARA TODOS

Doña Celia recordará siempre la primera vez que el comedor popular asumió la misión de preparar el menú de la semana Fiteca. “Yo no quería. ¿Cocinar a diario para 100 personas? ¡Qué flojera!”, dice. Y se ríe y se pone roja y esconde la cara tras las manos.


“Eso pasó hace 12 años, ahora no me imagino mayo sin el Fiteca, y para eso hay que colaborar con los chicos, aunque ahora ya no son 100, son muchos más”. Otra vez ríe, pero ya no se esconde.
Es 1 de mayo y en Comas el verano no se va. A pesar del calor, el sol del mediodía hace brillar la pintura celeste y negra en el mural que unos chicos hacen en una calle aledaña al parque. Al lado del mural está la oficina del grupo de teatro La Gran Marcha de los Muñecones (LGMM), y en ella hay decenas de personas pesando papas, tomates, cebollas, choclos…

Patricia Beltrán, una de las organizadoras del Fiteca desde sus inicios y parte de LGMM, salta de entre los sacos para atender a quienes llegan.

“Teníamos un convenio con el mercado de productores y nos fallaron. Felizmente, el Mercado de Santa Anita, que maneja la Municipalidad de Lima, accedió a ayudarnos a última hora. Han donado kilos de productos para preparar la comida de los invitados. Sino, estábamos fritos”, dice.

Ella está cansada, se le nota, pero no deja de ir de un lado a otro. “Hoy llegan artistas de todos lados y hay que ayudarlos a organizarse”, explica y luego mira el muro que a su lado va cobrando vida con paciencia.
En él una serie de personajes extraños delineados en negro van tomando forma. “Mira a la señora de enfrente, ella está mirando cómo pintan su casa: es parte de su aporte”, dice Patty mientras la saluda con la mano y sonríe.
Otra señora también saluda, sonríe y camina de largo, mirando el muro de su pared que empieza a vivir bajo la paleta de colores.

La mayor parte del vecindario ha aprendido a mimetizarse con el Fiteca y algunos ya no saben vivir sin él. Doña Guillermina, por ejemplo, dice que su casa de tres pisos le queda grande, y que a su esposo y a su hijo no le molesta que haya adoptado a 15 colombianos por 10 días.

Guillermina es pequeña y tímida, y habla con el afecto de la madre que quiere engreír al hijo pródigo. “Todos los años recibimos a los chicos del Fiteca, pero creo que este año nos está quedando chico el espacio”, dice preocupada.
Eliana Varela, una jovencita bogotana que forma parte del grupo teatral Ni Uno Menos, se apresura a responder “no, señora, cómo va a decir eso”, que ellos se sienten en casa.

CRECER CON EL ARTE
Este año el festival de teatro de calles abiertas va hasta el 9 de mayo y participan al menos 40 grupos entre nacionales y extranjeros. El espectáculo comienza siempre a las cuatro de la tarde, pero por las mañanas varios de los artistas ofrecen todos los días su arte de forma gratuita.


Así, talleres de danza, música, percusión, malabares, pintura o foto se imparten para la gente del barrio y también para los hijos pródigos que aprenden a ir y venir al parque Cupa, donde cientos de personas pueden encontrar la esperanza de la redención en el arte sin salir de aquí, de las entrañas del cerro, de la orilla del cielo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario